La Conciencia de la Adoración
"Ihsan (perfección) es adorar a Dios como si lo vieras, y si no alcanzas este estado de devoción, debes saber que Él te ve”.1
(Muhammad (s.a.s.))
Dios creó al ser humano en una forma perfecta y puso todo lo que esta en el universo a su servicio. Lo equipó además con habilidades superiores como la razón, la capacidad de producir soluciones, el pensamiento, el habla, la escritura y el libre albedrío. Por su parte, lo único que espera Dios de los seres humanos es que le sirvan.
Ser su siervo significa asumir las responsabilidades que conlleva ser humano, someterse a Dios con una obediencia absoluta y apegarse profundamente a Él. Ser su siervo significa ser consciente de que todo lo que se realiza en el nombre del bien o del mal es conocido por Dios y un día se rendirán cuentas. Ser un siervo requiere, por un lado fe y buen carácter, y por el otro adoración. De hecho, la adoración es la esencia de la servitud y el propósito de la creación humana. Por lo tanto, el ser humano no debe olvidar a su Señor, quien le ha otorgado innumerables bendiciones, y debe mantener su conciencia de servidumbre viva al adorar a Dios.
La adoración es la capacidad del individuo, que se encuentra constantemente y totalmente en necesitad de Dios, de expresarle su situación sin ningún intermediario. Una persona que acepta los principios de la fe debe continuar activamente su adoración para mantener y fortalecer esa fe.
Existen adoraciones básicas que el Islam ordena y que todo musulmán que cuenta con las posibilidades para llevarlas a cabo es responsable de hacerlo. Estos son hacer la shahada; es decir, dar testimonio de que no hay más deidad que Dios y que el Profeta Muhammad es su siervo y mensajero; orar, dar el azaque (caridad prescrita), hacer la peregrinación y ayunar el mes de Ramadán.
Además de estas formas de adoración obligatorias, cualquier trabajo realizado de buena fe y con sinceridad le otorga a la persona una recompensa como adoración. En este contexto, se considera adoración comportamientos como recomendar el bien y evitar el mal, observar la justicia entre las personas, proveer el sustento ala familia, saludar, sonreír a las personas y dar caridad.
También es adoración las acciones con buenas intenciones como hacer un bien al cónyuge, a los padres o a los hijos, llevarse bien con los familiares y vecinos, brindarle apoyo a la persona triste, mostrar afecto al huérfano, pagar los gastos del estudiante necesitado, mostrar respeto al anciano y ayudar a la persona discapacitada.
Sumado a esto, se considera adoración compartir los conocimientos y experiencias, comerciar de manera honesta y confiable, esforzarse por ayudar a los jóvenes a dejar los malos hábitos, proteger la naturaleza y respetar los derechos de los animales.
Tiene conciencia de la adoración una persona que trata de mantenerse alejada de las características del mal carácter, se esfuerza por cultivar buenas cualidades y educar su ego, y se preocupa por ser fácil de llevar en lugar de alguien difícil.
La adoración tiene la cualidad de purificar de las debilidades humanas, disciplinar y enseñar la importancia de la intención, la voluntad y la paciencia. Las personas aprenden disciplina con la oración, el valor de las bendiciones con el ayuno, la igualdad y la hermandad con la peregrinación, y a compartir con el azaque. Aunque a primera vista la adoración parece consistir en ciertas reglas y formas, en realidad la esencia del amor, el respeto y la obediencia a Dios se encuentra oculta en los aspectos evidentes.
La adoración además purifica a la persona de los antivalores como el egoísmo, la arrogancia, la sospecha, la envidia, el despilfarro, la obsesión y la tacañearía. La adoración educa, hace crecer y permite madurar, y ayuda a que al creyente sea beneficioso para sí mismo y para la sociedad.
1 Bujari, Exégesis del Corán, Luqman, 31.
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